Transitorio

Muestra conjunta de Andrea González Quiroz y Ana  Ruiz Díaz 
Curatoría Carlos Sosa
Planta Alta 
Octubre, 2010


Texto curatorial
Espesuras del sentido
En la encrucijada de dos modos procedimentales de configuración radicalmente opuestos, la densidad hermética del eterno rehacerse de las cosas, como aventura del sentido, da la primera herramienta de la consistencia estética de la propuesta. Ahí donde la imagen virtual tecnológica de Lecciones de vuelo cautiva un acontecimiento cotidiano, aparentemente banal, la materialidad objetual de Intemperie pretende hacerse, acaso para domesticarlo, del misterio del devenir. Es claro entonces que los desencuentros en la materialización de ambas obras encuentren en el meollo de la evocación del sentido la correspondencia argumental vinculante.
Primera nota. Por regla generalizada, la mirada del artista transfigura lo banal en arte. La imagen de pájaros ensayando el primer vuelo –metáfora del devenir- se nos plantea en encuadres urbanos diferentes: en el pavimento, en el ático de un edificio y en el borde de una aguada. Situaciones que son enfatizadas interviniendo la imagen con color y línea; elementos que recuerdan, en su literalidad, los rudimentos primeros de la imagen histórica del arte e inscriben con potencia intencional la voluntad de la artista ante la soberbia rampante tecnológica. De hecho, el gesto libera al registro del “mero vuelo” y señala el desafío que supone asumir el devenir vital del sentido como deconstrucción frágil e inevitable.
Segunda nota. Extrañas figuras sinecdóticas  -¿esculturas?-   evocan  lo femenino en su rudimentaria y caliza configuración. Ubicadas en un tramo de escalera -¿salen, entran?- acaso inician el rito cotidiano de rehacerse para ser; cuestión patente y sugerida en los muchos fragmentos que las constituyen, y que la misma  intemperie cincela con el rigor de lo real en plena puja con lo ficcional liberador. De ahí que las figuras pongan a raya los modos de configuración tradicionalmente fluctuando entre lo ideal y lo real representacional: el cuerpo en plena  intemperie es apenas la plástica y quebradiza piel que vela los misterios insondables del alma y la identidad en la vorágine de lo espacial temporal de nuestros días.
Por otro lado, la muestra, cuyo soporte lógico constituye la misma estructura urbana, es propio del arte contemporáneo que promueve instancias estéticas participativas, en las que el artista es apenas un agente disparador, que resigna su intencionalidad primera y rectora -¿muerte del artista?- pero que se integra y reencuentra en los varios modos de ser de la construcción de un sentido posible en la dimensión de lo social compartido y crítico.

Carlos Sosa
As., octubre de 2010


Arrojando intemperie escalera abajo
Lia Colombino

Estar a la intemperie. Ser intemperie. Arrojar intemperie.
Andrea González vive muy cerca de la Chacarita y de Pelopincho; su paisaje, el que se ve desde la puerta de su casa, consiste en coches que pasan raudamente por la curva que desemboca en la Estación de Tren. Como si se tratara de un tiempo inserto en otro, el paisaje se rallenta cuando, aparte de los autos raudos, pasan los carritos de recolectoras de desechos.
Mujeres ellas, que llevan consigo a sus hijos e hijas, y hasta a sus mascotas, y van recolectando, tocando puertas, buscándose la vida en aquello que el resto saca de circulación.
Lo que se saca de circulación en una escena, sirve en otra. Ese objeto o material sacado de circulación vuelve a entrar, pero a otro círculo. Vuelve a valer. Ellas restauran su valor como objeto de cambio. El desecho es vuelto a aceptar por otro sistema de utilidades, es resignificado al entrar en otro orden de cosas.
Tal y como estas mujeres, Andrea González recurre al mismo gesto de estas mujeres: recolecta lo que otra persona sacó de circulación, se vincula de manera estrecha con ellas, las que pasan por enfrente del lugar donde ella vive, mira, y duerme. Andrea habla con ellas, algunas veces las acompaña y cambia papel por cartón. Andrea también reúne y clasifica.
Vuelve la mirada sobre aquellas cosas que ha colectado y retrata. Retrata mujeres. Con el yeso las restaura, restaurándoles la piel. Las viste y si pudiera darles de comer, lo haría.
Casi como jugando a las muñecas, las decora, les dota de atributos para que cada una represente a alguien en particular.
Cada subjetividad está allí, bajando o subiendo una escalera. Un ejército de pequeñas muñecas blancas, arrojando intemperie al que logre subir o bajar con ellas.
  
La Iluminación de Intemperie es de Santiago y Manuel Schaerer